MARCO RAMÓN / ATOQ
Marco Ramón, conocido por sus amigos como Atoq, fotógrafo y gestor cultural en Lima, Perú. Colaborador y director del festival extramuros @extramurosfestival y miembro de fotógrafes y activistas del F.A.C @fac.pe.
El autor nos cuenta acerca de sus vivencias como fotógrafo en las protestas ciudadanas de Lima, y como su mirada cambió el día que la policía le disparó en el ojo mientras fotografiaba la represión de una protesta.
¿Cuándo y dónde comenzaste a fotografiar? ¿Quién (es) ha(n) sido el referente de tu fotografía?
MR: Las movidas de Hip-Hop en los barrios de Lima y las protestas ciudadanas me empujaron a la tomar mi cámara y fotografiar la realidad cambiante a mi alrededor. A fines de 2014 el gobierno de Perú impuso una ley laboral que vulneraba los derechos básicos de los trabajadores jóvenes, esto empujó a muchas personas de mi generación a salir a protestar: ocupamos las calles, bloqueamos avenidas, nos organizamos en colectivos y zonas, mucho arte y creatividad para protestar contra la precarización del trabajo y los conflictos socio-ambientales. Fue un tiempo de aprendizaje y de tomar conciencia sobre la desigualdad y las injusticias. Mi participación fue desde la fotografía y la contrainformación, quería mostrar la violencia del Estado, invitar a la gente a unirse a la lucha. Formé un colectivo llamado Maldeojo y con mis compas hicimos pegotes, editamos fanzines e hicimos muestras fotográficas en la calle.
Mis primeros referentes fueron el Proyecto TAFOS, Daniel Pajuelo y Juan Carlos Michilerio. Este último luego se convirtió en mi amigo y junto a él, otros fotógrafxs de mi generación, con los que he caminado y conversado harto, son ahora mis referentes de la fotografía.
¿Qué buscas comunicar con tus imágenes?
MR: Quiero hablar de mi visión dañada, gritar mi estado mental, escupir la violencia de Estado. Quiero transmitir lo que estoy sintiendo, mientras observo el mundo con mi ojo izquierdo: sueños rotos, impunidad policial, recuerdos borrosos, las vitrectomías, la oscuridad en mis pensamientos, el dolor que llevo dentro.
Han pasado más de 4 años desde que la policía me disparó por fotografiar su violenta represión contra una protesta, desde una tanqueta me apuntaron y dispararon una ráfaga de perdigones de metal directo al cuerpo, uno de esos proyectiles me impactó en el ojo izquierdo. Este ataque me afectó de una forma irreparable, tanto en mi visión como en mi salud mental.
Crear imágenes, me permite abrazar mi fragilidad y procesar el daño sufrido hace más de 4 años. Al contar mi historia busco denunciar la impunidad de un crimen de Estado, donde yo soy la víctima.
¿Qué significa la fotografía de calle y documental para ti?
MR: La calle y la fotografía documental fueron la entrada a un mundo nuevo, procesos sociales muy interesantes, realidades desconocidas y experiencias de lucha que cambiaron mi forma de ver. Me gusta pensar que las imágenes que creo se convertirán en la memoria visual de las comunidades a las que me he acercado y con las que he caminado. Muchas veces marginadas, racializadas y violentadas por el Estado y la sociedad clasista en que vivo, estas comunidades me han enseñado a resistir en colectividad y con alegría.
Pienso que ya no necesitamos de expertos, de una institución o de una academia para contar nuestras propias historias, para ponerlas en libros, fanzines o en las calles, cada vez veo a más jóvenes que acompañan estos procesos sociales de cambio con su arte y su mirada personal, y eso alegra mucho.
¿Cómo se reflejan tus experiencias de vida en los simbolismos que vemos en tus fotografías?
MR: La urbe caótica, sucia y violenta por la que me muevo, rápido, sobre mi bici, ha impregnado en mi mirada algo que no logro entender, pero sí siento. La oscuridad de la noche me atrae, la adrenalina, el peligro, mis pesadillas recurrentes, veo una realidad confusa, borrosa. Todo eso me recuerda el daño vivido, el miedo que se quedó adentro y la rabia que antes me movió a contar mi historia.
Desde hace poco he encontrado en mi historia personal y la sanación, una fuente de luz que me permite ver las cosas desde la otra orilla, la vida, el amor. Las imágenes con las que me voy encontrando ahora tienen color, brillo de sol, la esperanza de que todo cambiará para mejor.
¿Recuerdas tu primera exhibición / publicación ? ¿Qué te motivó a dar a conocer tu trabajo de fotografía documental y callejera?
MR: La primera vez que mostré mis fotos en la calle fue en 2015, me cansé de publicar fotos de protestas en Facebook y, junto a mi compañerxs, decidimos imprimir algunas fotos en tamaño gigante para pegarlas en los muros de la ciudad. En 2016, también con Maldeojo, creamos LACRA, un espacio virtual, que luego se convertiría en publicación colectiva, buscábamos generar un espacio para quienes no encajábamos en los moldes de lo correcto, lo bonito. Los grupos de fotografía callejera y documental de ese entonces estaban repitiendo una fórmula aburrida y con LACRA creamos una comunidad muy interesante, nos encontramos muchas miradas disidentes, con ganas de romper con lo establecido, esa experiencia nos llenó de energía y ganas de seguir adelante, de ahí salieron nuevos colectivos, ferias de fotografía, exhibiciones colectivas y hasta un festival.
¿Qué te depara lo que resta del 2021? ¿ Algunas ideas o proyectos futuros se están armando?
MR: Después de casi 5 años del ataque que sufrí, no tengo apuro en cerrar un proyecto fotográfico que cuente mi historia. Creo que recién empiezo a entender muchas cosas que me pasaron en todo este tiempo. Ahora me tengo más paciencia, quiero vivir mi proceso de sanación con calma y paz. Y cuando esté listo, retomaré algunos sueños que se quedaron truncados, como estudiar cine y viajar por el mundo.
Además de mi proyecto personal, sigo participando de espacios de organización y gestión cultural como el festival de fotografía Extramuros y el colectivo FAC, un grupo de fotógrafxs que apuesta por la defensa de los DDHH y la construcción de una memoria colectiva de las luchas sociales en Perú.